EL DERRUMBE DE WILFREDO BENÍTEZ, Y CÓMO TERMINÓ DE MENDIGO EN ARGENTINA

AUTOR: LUCIANO GONZÁLEZ (DIARIO EL CLARÍN)

Rocky Marciano debutó como boxeador profesional a los 23 años, al igual que Bernard Hopkins. Vitali Klitschko lo hizo a los 25. Pascual Pérez realizó su primer combate pago cuando tenía 26 años y 7 meses; Omar Narváez, cuando tenía 25; y Sergio Maravilla Martínez, dos meses antes de cumplir 23. A la edad en que ellos estaban viviendo su estreno como púgiles rentados, Wilfred Benítez ya era tricampeón mundial. El puertorriqueño fue un talento precoz, pero su encumbramiento fue tan sonoro como su derrumbe.



En ese ascenso y esa caída vertiginosos fue clave Gregorio, su padre, que junto a Clara Rosa, su madre, crió durante su primera infancia a Wilfred y a sus siete hermanos (cuatro mujeres -las mayores- y tres varones) en el Bronx de Nueva York, donde el futuro campeón había nacido el 12 de septiembre de 1958. Allí, en el patio de una escuela y durante los fines de semana, el paterfamilias comenzó a entrenar con sumo rigor a sus cuatro varones.

Pero pocos meses después la familia Benítez regresó a Puerto Rico y se afincó en St. Just, un barrio ubicado en el municipio de Trujillo Alto, en las afueras de San Juan. Enseguida, Gregorio invirtió 15.000 dólares para montar en el patio de su casa un gimnasio en el que entrenó no solo a sus cuatro hijos, sino también a otros jóvenes de la zona, entre ellos los futuros campeones mundiales Esteban De Jesús y Alfredo Escalera.

Gregorio hacía guantear a Wilfred con boxeadores más grandes y formados, principalmente con De Jesús, que era siete años mayor. Los adversarios no economizaban potencia ante el menor de los Benítez, que solía terminar muy golpeado. El razonamiento del padre era que cuanto más castigo recibiera, más debía entrenarse. Esas sesiones de sparring y los videos de Muhammad Ali y Bruce Lee permitieron que desarrollara las cualidades defensivas y, sobre todo, la capacidad para anticipar los golpes que le valdrían el apodo de Radar.


Wilfred Benítez junto a Gregorio, su padre y entrenador.
Wilfred Benítez junto a Gregorio, su padre y entrenador.

Gregorio apostaba a sus otros tres hijos, sobre todo al mayor, Gregorio Jr., que llegó a hacer nueve peleas profesionales. “Era el mejor, pero se casó y el matrimonio te debilita demasiado”, explicó el padre. El siguiente, Alphonso, prefirió estudiar ingeniería. Y el tercero, Frankie, prometía: ganó 22 de sus primeros 23 combates. “Era un peleador tremendo, pero le gustaban demasiado las mujeres”, sostuvo el rígido progenitor, que entonces depositó toda su atención en Wilfred.

Gracias a un certificado de nacimiento falsificado, el menor de los Benítez debutó como profesional a los 15 años: noqueó a Hiram Santiago el 22 de noviembre de 1973 en San Juan. Y siguió noqueando: despachó rápido a sus primeros cinco rivales y a 12 de los primeros 13. La lista de victorias se fue extendiendo a todo ritmo y en poco más de dos años llegó a 25 (20 antes del límite) ante rivales de poco recorrido, pero también ante adversarios muy experimentados como el canadiense Lawrence Hafey o el cubano Ángel Robinson García, que por entonces había hecho más de 220 combates.

Wilfred todavía estaba cursando el tercer año del secundario cuando tuvo la chance de pelear por el título superligero de la Asociación Mundial de Boxeo. El dueño del cinturón era el colombiano Antonio Cervantes, conocido como Kid Pambelé, considerado uno de los más brillantes campeones de todos los tiempos de las 140 libras y, por esos días, señalado como potencial rival del panameño Roberto Durán, campeón ligero de la AMB.

Los pronósticos era muy favorables al colombiano, que afrontaba la 11ª defensa del título que había ganado en octubre de 1972 ante el panameño Alfonso Frazer. Su rival nunca había combatido a 15 rounds y solo tres veces había completado 10 vueltas. Sin embargo, el 6 de marzo de 1976 Benítez se impuso por puntos en decisión dividida en el estadio Hiram Bithorn de San Juan, donde estaban alentándolo varios de sus compañeros de colegio.


Wilfred Benítez ganó su primer título mundial ante el colombiano Antonio Cervantes.
Wilfred Benítez ganó su primer título mundial ante el colombiano Antonio Cervantes.

Así, el puertorriqueño se convirtió en el campeón mundial más joven de la historia, con 17 años y 176 días, superando la marca del canadiense Johhny Coulon, quien había obtenido el título gallo con 18 años y 331 días al derrotar a Kid Murphy el 8 de enero de 1908.

En un tiempo en que todo transcurría a toda velocidad en la vida de Benítez, esa corona duró solo ocho meses en su poder. En ese lapso, la defendió dos veces: después de rechazar una oferta de 100.000 dólares de Juan Carlos Lectoure para viajar a Buenos Aires a enfrentar a Nicolino Locche, superó en su país al colombiano Emiliano Villa y al estadounidense Tony Petronelli. “Pienso subir a wélter, luego a mediano junior y finalmente a mediano. Sería bueno seguir peleando hasta que tenga 30 años. Entonces estaré en mi mejor momento”, pronosticó tras su triunfo ante Villa.

Después de esas dos defensas, el campeón debía enfrentar a Cervantes en una revancha obligatoria. La pelea estaba pactada para el 6 de diciembre, pero Benítez solicitó una postergación tras sufrir un accidente vial. La AMB le otorgó 30 días, pero transcurrido ese tiempo el puertorriqueño y su equipo persistieron en las maniobras dilatorias y el organismo optó por quitarle el título.

Decidido a buscar nuevos retos, Benítez se instaló en la categoría wélter y, después de un empate ante Harold Weston que significó la primera mancha en su currículum, siguió sumando victorias, ya sin la explosividad de sus primeras apariciones y algunas con suma dificultad: el invicto Bruce Curry, futuro campeón superligero del Consejo Mundial de Boxeo, lo derribó tres veces en un combate que el puertorriqueño terminó ganando por puntos en una muy discutida decisión.


Wilfred Benítez es el campeón mundial más precoz de la historia: ganó su primer título con 17 años y 176 días.
Wilfred Benítez es el campeón mundial más precoz de la historia: ganó su primer título con 17 años y 176 días.

Por entonces, el relajamiento en la preparación para los combates había hecho enfurecer más de una vez a Gregorio, que también oficiaba de mánager. “Quiero vender su contrato. Todo lo que pido son 150.000 dólares, el 10 por ciento de todas sus futuras bolsas y dos boletos para todas sus peleas. Si ponen el dinero en mis manos, yo pongo a mi hijo en las suyas. Después de eso, no me importa lo que hagan con él”, aseguró tras la revancha con Curry y cuando se especulaba con un duelo ante Roberto Durán.

Finalmente, Gregorio vendió el contrato por 75.000 dólares a Jim Jacobs y Bill Cayton, quienes decidieron que el ex campeón mundial Emile Griffith participara del entrenamiento de Wilfred, algo que molestó a su padre. “Todo lo que hace es contarle cómo eran las cosas cuando él fue campeón. Mi hijo no lo escucha, solo me escucha a mí”, aseguró.

Bajo la gestión de Jacobs y Cayton y con Griffith en su esquina, el Radar tuvo la opción de aspirar al título wélter del CMB el 14 de enero de 1979. Nuevamente le tocó enfrentar a un rival experimentado, el mexicano Carlos Palomino, que había ganado el cetro en 1976 en Wembley y lo exponía por octava vez. “Él no es muy fuerte y fue derribado por mucha gente muy mediocre. No espero tener demasiados problemas”, pronosticó el campeón.

Efectivamente, Benítez había sido derribado varias veces, pero siempre se había levantado y había terminado ganando. De hecho, llegaba a esa chance con un invicto de 37 peleas (36 triunfos y 1 empate). Y ante Palomino no solo no pasó sobresaltos, sino que dominó el duelo con estilo y terminó imponiéndose por puntos, más allá de que uno de los jueces, Zach Clayton, vio ganador al mexicano. Con 20 años y 124 días, el boricua ya era bicampeón.


Wilfred Benítez le arrebató el título wélter del Consejo al mexicano Carlos Palomino en enero de 1979.
Wilfred Benítez le arrebató el título wélter del Consejo al mexicano Carlos Palomino en enero de 1979.

A fines de ese año, Benítez sufrió la primera derrota de su carrera en la segunda defensa del título de las 147 libras (en la primera había superado a Harold Weston) ante un joven de 23 años que había sido campeón olímpico en Montreal 1976, que había ganado hasta entonces sus 25 peleas profesionales y que asomaba como la nueva estrella del boxeo estadounidense: Sugar Ray Leonard.

Ese traspié estuvo precedido de otro tironeo entre padre e hijo. Un mes antes de la contienda, Gregorio escribió un artículo que se publicó en la revista The Ring bajo el título “Por qué Benítez no ganará”. “No escuchó nada de lo que le dije. Incluso si me dieran 200.000 dólares para trabajar en la esquina, no lo haría”, aseguraba en el texto. Apenas unas semanas después, estaba de regreso en el rincón de Wilfred para el duelo con Leonard.

El 30 de noviembre de 1979, coincidieron en el cuadrilátero del pabellón deportivo del Caesars Palace de Las Vegas un artista de la defensa y gran contragolpeador con un boxeador técnico, rápido e inteligente. Fue un combate para los cultores de la ciencia pugilística y no para los amantes de la pólvora.

Benítez cayó en el tercero y sufrió una herida en la frente en el sexto por un choque de cabezas. Después de 14 rounds, Leonard tenía ventaja en las tres tarjetas. En el 15°, ambos fueron a la guerra, se expusieron y consumieron la energía que les quedaba. A 30 segundos del final, un zurdazo del estadounidense envió al suelo a Benítez. El puertorriqueño logró ponerse de pie, pero el retador volvió a la carga. A falta de seis segundos para el último campanazo, el árbitro Carlos Padilla detuvo el pleito y decretó el nocaut técnico.


“No hay excusas. Él es el mejor del mundo ahora y ganará muchas peleas. Era un gran retador y demostrará ser un buen campeón”, consideró el perdedor. “Es un gran campeón, peleó con mucho espíritu”, lo elogió el vencedor. “Vieron a dos boxeadores inteligentes y científicos, dos campeones. Cada uno sacó lo mejor del otro”, aseguró Angelo Dundee, entrenador de Leonard.


La derrota no apartó a Benítez de los primeros planos, sino todo lo contrario. Un año después, su mánager Jim Jacobs recibió una oferta de 750.000 dólares para que enfrentara a Thomas Hearns por el título wélter de la AMB. Sin embargo, la rechazó. En cambio, acepto otra de 175.000 dólares (por su combate ante Leonard, el puertorriqueño había percibido 1,2 millones) para medirse con Maurice Hope por el cetro superwélter de Consejo.

La balanza fue la que hizo tomar la decisión a Jacobs. “Mi preocupación era el peso. Sabía la agonía que había pasado Wilfred para dar las 147 libras contra Leonard. Él tiene solo 22 años y sigue creciendo”, justificó el empresario. Así, su púgil se encontró el 23 de mayo de 1981 en el Caesars Palace con un rival que llevaba seis años y 18 presentaciones sin derrotas, y que en su última defensa había vencido al santafesino Carlos María del Valle Herrera.

Esa noche, Benítez fue contundente: le arrancó dos dientes al antillano, lo derribó en el cierre del 10° round y terminó la faena en el 12° con un derechazo fulminante que le permitió convertirse en el quinto boxeador en ganar tres títulos mundiales en distintas divisiones (solo lo habían conseguido Bob Fitzsimmons, Tony Canzoneri, Barney Ross y Henry Armstrong) y el más joven en conseguirlo, con 22 años y 253 días.

Por entonces, Gregorio había recuperado su lugar de única voz de mando de su hijo, aunque el vínculo entre ambos seguía siendo tenso. “Nadie puede enseñarme a boxear excepto él. La forma en que me entrena es la mejor. Pero me exige mucho mental y físicamente. Eso me enoja y me hace sentir que quiero matar a alguien”, admitió Wilfred días antes de su segunda defensa del título superwélter, nada menos que ante Roberto Durán.

Mano de Piedra, que cargaba con la cruz de su abandono ante Leonard 14 meses antes en el segundo duelo entre ambos, había dicho que su objetivo era conseguir un tercer enfrentamiento con Sugar, pero había sugerido que se retiraría si perdía con Benítez. El puertorriqueño seguía mirando hacia arriba: “Esta es mi última pelea como superwélter. Después quiero convertirme en un mediano y vencer a Marvin Hagler por mi cuarto título”.

El campeón se impuso con holgura el 30 de enero de 1982 en Las Vegas, pero no trepó de categoría. Después de 10 meses de inactividad y otra preparación no del todo convincente, enfrentó a Thomas Hearns, que había ascendido a las 154 libras después de haber anotado su única derrota en 36 combates en su intento de unificación de los títulos wélter ante Leonard en septiembre del año anterior.

Pese a que sufrió una lesión durante el octavo round que le impidió utilizar su mano derecha durante la segunda mitad del combate, la Cobra de Detroit se impuso por puntos y se apoderó del cinturón de Benítez. “Los jueces son un montón de delincuentes”, sentenció Gregorio, quien descartó la posibilidad de una revancha entre su hijo y Hearns: “Un robo es suficiente. Pelearemos contra Marvin Hagler. Si no es contra él, le diré a Wilfred que se retire”. Ni lo uno ni lo otro sucedió.


Wilfred Benítez sufrió ante Thomas Hearns la segunda derrota en su carrera profesional.
Wilfred Benítez sufrió ante Thomas Hearns la segunda derrota en su carrera profesional.

En enero de 1983, el excampeón se casó con Elizabeth Alonso, su novia de la adolescencia, se mudó a Nueva York, se separó de su padre y comenzó a trabajar con Cus D’Amato y Víctor Machado como entrenadores, aunque el lazo familiar seguía latente. “Un hijo nunca debe dar la espalda a su padre. Algún día él volverá a estar en mi esquina. Confío en él”, sostuvo Wilfred.

Sin Gregorio, ya no hubo grandes oportunidades. En julio de 1983, Benítez perdió ampliamente con el sirio Mustafa Hamsho, número uno en el ranking mediano del CMB, y desde entonces comenzó a recorrer un tobogán enjabonado. Un año después, el ex campeón superwélter Davey Moore lo noqueó en menos de cinco minutos de acción. Y en febrero de 1986 volvió a escuchar la cuenta de diez ante Matthew Hilton. “Yo también sentí esos golpes. Le dije que era hora de parar”, contó años más tarde Clara Rosa, su madre.

Su hijo no la escuchó. En parte, porque la necesidad lo obligaba a seguir combatiendo. Si bien había ganado más de seis millones de dólares, ese dinero se había escabullido de sus manos muy rápido. Muchos apuntaron a la ludopatía de su padre. Su hermana Yvonne, en cambio, sostuvo que los problemas financieros habían comenzado después de su casamiento.

A fines de 1986, cuando los días de gloria habían quedado muy lejos, Benítez viajó a Salta con la idea de enfrentar al local Miguel Ángel Arroyo, campeón argentino y sudamericano wélter. Su madre le había pedido que no lo hiciera. “Quiero conocer la patria de Carlos Monzón”, le respondió Wilfred. El puertorriqueño no se midió con Arroyo, sino que terminó enfrentando a Carlos Herrera. Con una muy deficiente preparación y con los primeros indicios a la vista de los problemas físicos que lo acompañarían durante el resto de su vida, fue noqueado en el séptimo asalto.


Wilfred Benítez junto a Clara Rosa, su madre.
Wilfred Benítez junto a Clara Rosa, su madre.

Después de aquella derrota, permaneció durante más de un año en Salta. El promotor Miguel Herrera fue acusado de haberlo estafado y haberle robado su pasaporte. Herrera lo negó y aseguró que no solo le había abonado los 14.000 dólares pactados, sino que también había solventado la larga estadía del puertorriqueño. “El error fue mío: para no verlo, le daba plata. En un momento, mi familia me dijo: ‘Benítez o nosotros. Te está volviendo loco’”, explicó en una entrevista publicada en el diario El Tribuno.

A fines de 1987, Leonardo González, un enviado del Gobierno puertorriqueño, llegó a Salta para llevar al ídolo de vuelta a su tierra. González contó que había encontrado al ex campeón mundial desnutrido, extraviado y con dificultades para hilar frases coherentes. Varias personas aseguraron que lo habían visto mendigar en las calles. De regreso en San Juan, Benítez fue internado durante algunas semanas. Su licencia de boxeador fue cancelada y se le ofreció un empleo como entrenador de jóvenes.

Sin embargo, dos años después volvió a combatir: en un modesto hotel de Phoenix, derrotó al mexicano Ariel Conde, quien había sido noqueado en 10 de sus 11 combates profesionales. Pero el deterioro físico era notorio. El Radar hizo tres peleas más antes de abandonar definitivamente el pugilismo en septiembre de 1990.

En 1996, cuando ya le había sido diagnosticada una encefalopatía traumática crónica (una enfermedad cerebral degenerativa), el triple campeón mundial fue incluido en el Salón Internacional de la Fama de Canastota, en Nueva York. Unos meses antes de la ceremonia, Wilfred había tenido que despedir a Gregorio, quien había fallecido el 5 de marzo de ese año como consecuencia de un derrame cerebral.

Con el avance de su enfermedad, Benítez fue perdiendo la movilidad y el habla. Para colmo, su situación económica se tornó acuciante. Solo la asistencia de distintos organismos gubernamentales puertorriqueños, del Consejo Mundial de Boxeo y de grupos de residentes puertorriqueños en Estados Unidos le permitieron sostenerse. Actualmente vive en Chicago, asistido por su hermana Yvonne.


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